viernes, 29 de mayo de 2009

En Holguín: Dibujar montañas

(Crónica a propósito del aniversario del Plan Turquino-Manatí)
Orlando quiere estudiar pintura en la Academia de Artes Plásticas “El Alba” en la Ciudad de Holguín. En otro momento el fatalismo geográfico habría convertido su sueño en una quimera, pero no es así hoy. La única diferencia entre su carpeta de dibujos y la de los demás, el día de las pruebas, es que sus trazos formaban palmas, ríos, montañas, y la del resto de sus compañeros, edificios, automóviles y humo.

Orlando llegó desde El Quemado, el poblado donde nació y vive, en Sagua de Tánamo. Caminaba inseguro, todos lo miraban y él los miraba a todos. Se sentó en una esquina a esperar su turno y alguien se acercó: ¿me puedo sentar contigo? Sí, claro- respondió. Jorge era de la ciudad, no parecía un chico de campo como él, hablaba y se vestía de un modo distinto. Orlando, espero unos minutos, pensó que no tendrían temas de conversación.

De pronto Jorge mencionó un problema con una computadora, un software y ahí mismo surgió el diálogo. Hablaron también de cine, de literatura, de música y terminaron mencionando los mismos libros, las mismas películas, las mismas canciones.

A Orlando le gustaban los animales, el aire puro de la serranía, pero siempre pensó que las lomas que lo vieron nacer, de tan altas no le dejarían ver más allá, o que más allá de las palmas había un mundo que nunca podría conquistar. Se equivocó el día en que conversó con Jorge, un adolescente como él, y lo sintió tan cercano como a su vecino.

No advirtió entonces que su triunfo personal en la jungla citadina, formaba parte de una experiencia colectiva que no solo lo incluía a él, sino a todos los que vivían cerca, en su Comunidad y en tantas otras zonas montañosas de Cuba.

El próximo 2 de junio se cumplen 22 años de un Programa creado, justo para la atención integral a zonas montañosas. Turquino-Manatí es su nombre. Orlando lo conoce, pero quizás ha estado muy ocupado dibujando a su instructora de arte en el aula, o al médico que atendió a su madre hace poco, o a un grupo de teatreros que llegaron un fin de semana cualquiera. Orlando todo lo registra con el lápiz y ahora enseña su carpeta a los profesores de su futura escuela.

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