martes, 8 de mayo de 2007

En Gibara: Adela Legrá más allá del encuadre


Una intensa mirada, sombrero y toalla en la cabeza. De un golpe viene a la memoria la imagen de Adela Legrá, protagonizando uno de los fotogramas más impresionantes del cine cubano. No la hicieron dudar entonces ni la cámara, ni sus prejuicios, tampoco sus reducidos conocimientos de actuación. Hoy, a la luz de los años todavía guarda el ímpetu que la llevó a encarnar a la Manuela, la tercera Lucía, y otras tantas mujeres.

Adela, cuando la gente visitaba Baracoa, la buscaban para fotografiarla. Humberto Solás llegó con un proyecto mucho más ambicioso. ¿Cómo la convenció?

“Picando mi amor propio. Cuando eso yo trabajaba en la Federación de Mujers Cubanas (FMC), un día me fueron a buscar, me explicaron el proyecto, y me dijeron que yo era la persona indicada. Lo único que les respondí fue que no estaba para pintarle mono a nadie. Nunca había visto una cámara de cine, era semianalfabeta, tendría un primer o un segundo grado.

“Humberto ya había recorrido toda la Isla y no encontraba lo que estaba buscando, y cuando le hablaron de mí le dijeron para que ella haga lo que usted quiere, tiene que picar su amor propio. Fue entonces que me interpeló y me dijo: vamos a ver si Ud. se atreve a hacer una prueba para una película. Yo me ofendí, lo creí un fresco y le pregunté si las mujeres que hacían cine eran sobrenaturales o de carne y hueso igual que yo, él me explicó que eran profesionales. Yo le contesté algo así como que no hay nada en la sociedad que haga útil a una mujer que sea imposible para mí, no hay nada distinto, de mujer a mujer no va nada. Y así fue como entré a este mundo.”

Besarse con un hombre desconocido, o acostarse en una misma cama con él eran prejuicios muy fuertes para Ud y para su familia. ¿De qué manera asumieron ellos su decisión?

“Eso era una inmoralidad. El problema es que yo en esa época estaba recién divorciada, lo cual ya era un grave error para mi familia. Encima de eso me meto a artista, así, artista en tono despectivo, porque en aquel entonces para la sociedad cualquiera mujer u hombre que tuviera algo que ver con el arte, no servía. No obstante yo soy fresca y atrevida, ya había roto una tradición, pero no estaba dispuesta a sacrificar nada, y me dije bueno o malo esa es mi decisión, y toda mi familia se viró, incluso mi madre. Un buen día llego a Santiago y mi mamá tenía una foto mía con flores y todo. Con el tiempo necesitaron de mí y no tuvieron más remedio que perdonar a la artista.”

Hay escenas muy conmovedoras en Manuela, en una de ellas está llorando realmente…

“Es que yo nunca me había separado de mis hijos, ellos vivían con mi suegra, pero yo iba todos los meses a verlos, y en ese momento ya llevaba como tres meses sin saber nada de ellos. Un día, mientras todo el mundo estaba en el lío del almuerzo, en su descanso, yo me fui y me senté a la orilla de un arroyuelo a llorar, porque los extrañaba mucho. Humberto me andaba buscando, y me encontró así, recostada en un árbol a la orilla del río. Casualmente en la película había una escena muy parecida a esa, y lo preparó todo para grabarme. Cuando me di cuenta ya Humberto me estaba diciendo que me quedara así mismo, y ahí salió todo. Al otro día me pusieron un carro y me llevaron a verlos.”

Hace unos años fue homenajeada en el Festival de Cine de Nueva York, donde se proyectó este filme, junto a Lucía y Miel para Oshún ¿Cómo se sintió?

"En la ciudad todavía se estaban recogiendo los escombros de las Torres Gemelas. Le hicieron un homenaje a Adolfo Llauradó post mortem, a Humberto y a mí. Aquello fue impresionante, porque había mucha gente que había visto Manuela en Cuba cuando eran niños, y ahora la veían allá, siendo adultos. Era como regresar, la nostalgia fue muy grande. Hay gente que se va de aquí buscando el sueño azul y después no pueden volver, era el caso de mucha de las personas que estaban allí. Lo que vi fue un llanto de dolor intenso y aquello me impresionó mucho."

¿Cuáles son las escenas que más trabajo le han costado en su vida como actriz?

“Una es la escena de Lucía en que estoy en la Luna de Miel con Llauradó. Fue muy difícil por todos mis prejuicios. Esa fue la última en grabarse porque yo no la quería hacer. Humberto me decía, si no la haces vas presa porque sin eso la película no va salir.

“La otra es la de la famosa foto con la toalla y el sombrero. Estábamos muy cansados porque habíamos pasado una noche malísima. Para colmo Humberto quería que yo estuviera sofocada para esa toma, y me puso a correr de un lugar para otro, pero eso no lo complacía. En una de esas me puse muy furiosa, eran las 12 del día, en una salina, con hambre, sed, y le digo a Humberto, ¿tú quieres que yo corra?, pues me quité unas botas que traía y salí corriendo descalza. El director de luces dijo, señores hay que seguirla, porque esta mujer está medio loca, y salieron detrás de mí en un carro. Pero llega un momento en que me desmayo, y en vez de caer con los pies para el agua, caigo con la cabeza; si alguien no hubiera venido detrás de mí, me habría ahogado. Ahí es cuando tienen que ponerme una toalla encima del sombrero para que no se vea el pelo mojado, y es cuando le lanzo una mirada de odio al director. Después Humberto no se atrevía ni a acercarse."

¿Qué significa Humberto Solás para Ud?

Él me dice que yo soy su hada madrina, y yo que él es mi amuleto. Para mí Humberto lo significa todo. Decir Humberto y la Revolución son las dos cosas que más significan para mí.